Perdido en América

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domingo, febrero 26, 2006

Perfect Situation (Weezer)

What's the deal with my brain?
Why am I so obviously insane?
In a perfect situation
I let love down the drain.
There's the pitch, slow and straight.
All I have to do is swing
and I'm the hero, but I'm the zero.

Hungry nights, once again
Now it's getting unbelievable.
'Cause I could not have it better,
But I just can't get no play
From the girls, all around
As they search the night for someone to hold onto.
I just pass through...

Singing...
Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.
Singing...
Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.

Get your hands off the girl,
Can't you see that she belongs to me?
And I don't appreciate this excess company.
Though I can't satisfy all the needs she has
And so she starts to wander...
Can you blame her?

Singing...
Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.
Singing...
Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.

Tell me there's a logic out there.
Leading me to better prepare
For the day that something really special might come.
Tell me there's some hope for me.
I don't wanna be lonely
For the rest of my days on the earth.

[solo]

Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.
Singing...
Ooohhhhh oh. Ooohhhhh oh. Ooohhhhhhhhhh.
Singing...
Ooohhhhhhhhhhhhhhhh


****************

Mmmmh, I don't know if it's true that Rivers Cuomo and his band have found the formula to compose just hits, but I really like this song. Since couple weeks ago it makes part of my everyday's sountrack.

****************

jueves, febrero 23, 2006

De vez en cuando pagan

Pertenezco a lo que llaman por ahí la “nómina paralela del Estado colombiano”, en otras palabras soy un contratista, no precisamente por vocación de empresario sino porque los contratos de prestación de servicios se han vuelto una forma ‘habitual’ para que el sector público resuelva sus necesidades de recursos humanos.

Los contratos de prestación de servicios le quitan todo el peso de las responsabilidades laborales y parafiscales (salud, pensiones, riesgos profesionales y demás) a los empleadores; pero las convierten en una tortura para los contratistas.

El pobre tipo que solo buscaba empleo y lo encuentra como contratista, se ve obligado a registrarse en la DIAN, pagar el impuesto de timbre, pagar impuesto a las ventas, generar facturas, vérselas por sí mismo con los planes de salud y con los fondos de pensiones, además de otros trámites.

Estos asesores-contratistas, a los que yo pertenezco, para efectos prácticos somos empleados pero para efectos contractuales no. Es algo extraño pero uno se convierte en algo así como un mercenario. No se si ustedes lo recuerdan, pero en alguna de las películas de Rambo protagonizadas por Silvester Stallone, el gobierno contrata a John Rambo para una misión y le dicen que si es exitoso muy bien, pero si cae preso o la embarra el “gobierno americano no reconocerá sus acciones”; así es mi trabajo.

Todo lo anterior uno lo termina aceptando, y si esa es la situación laboral del país pues ni modo. Lo que si no termino de aguantarme es que sea un verdadero parto lograr que paguen. Añoro aquellos tiempos cuando lo único que tenía que hacer era verificar el saldo de mi cuenta el último día hábil del mes y ahí estaba la platica. En mi trabajo actual eso no es posible.

Para tramitar mi pago mensualmente debo preparar un informe – que nunca nadie lee-, junto con la factura o cuenta de cobro, la autorización de desembolso, la orden de desembolso, los recibos de pensiones y de salud, y un formato adicional que dice que los recibos si son los que deben ser.

Por supuesto, todos los papeles van acompañados de sus debidas fotocopias y deben ser firmados no solo por el contratista, sino por otras dos personas: el interventor del proyecto y el gerente del proyecto. Como se imaginaran, conseguir estas firmas adicionales depende de que aquellos personajes estén en Bogotá, de que tengan tiempo y también de que se les de la gana de firmar.

Una vez los papeles se encuentran debidamente firmados son enviados al fondo de administración de los recursos el cual, sino se refunde alguna cosa, generalmente paga en 5 días hábiles después de la recepción de los documentos.

Para resumir la historia, a uno le terminan consignando los honorarios en cualquier momento entre 8 y 30 días después de haber iniciado el proceso de pago. Por ello he reemplazado de mi cerebro el concepto “día de pago” por el de “¿será que algún día pagan?”. La vida también se vuelve un poco más azarosa, y por ejemplo girar un cheque post-fechado se convierte en un deporte extremo porque nunca se sabe que día habrá plata en la cuenta bancaria.

Como decía un ex-jefe mío “además del honor de trabajar aquí, de vez en cuando pagan”.

lunes, febrero 13, 2006

Me uno a los ‘cínicos optimistas’

Recientemente Scott Adams, el autor del la tira cómica Dilbert, se autodefinió en su blog como un ‘cínico optimista’. Sin intención alguna de plagiar el pensamiento de nadie, me uno a esta definición que de cierta manera se adapta a mi forma de ver las cosas.

Si me lo preguntan, yo tengo fe en un mejor futuro, me gusta aventurarme y espero lo mejor cuando comienzo un nuevo proyecto. No soy tan idealista como para creer en la eliminación absoluta de la pobreza o de la guerra, pues son parte de la naturaleza humana, pero sí confío en que tales cosas pueden llegar a niveles controlados.

Eso para mi es ser optimista, pero no por ello voy hay que dejar de criticar a los idiotas que hay en el mundo, o voy a dejar de reírme de las estupideces que todos cometemos a diario. Incluso hasta el humor más negro tiene su encanto, y creó que ahí está la diferencia pues para no derrumbarse ante la adversidad hay que reírse de ella.

Ser optimista tampoco es tragarse las cosas enteras. Me molestan aquellos que idolatran o siguen ciegamente sin importar el fin último de su idolatrado, tener carácter significa cierta capacidad para criticar y recibir críticas. Y si a eso le llaman cinismo, bienvenido sea.

viernes, febrero 03, 2006

En el supermercado

El fin de semana pasado, como de costumbre una vez por mes, fui al supermercado a hacer las compras varias de víveres y artículos de aseo.

Por lo general procuro hacer este tipo de cosas por la noche y entre semana, así que esta vez fue la excepción que me confirmó que debo evitar las compras el domingo en quincena, pues me toca ver y/o aguantar algunas cosas aburridoras, que me permito contarle al lector desprevenido:

  • Las filas largas, que me imagino es lo que más aburre a todo el mundo. Creo que la mamera no es solo tener que esperar eternamente de pie que lo atiendan mientras se empuja un carrito, que de hecho ya es bastante, sino además el riesgo social de encontrarse uno de aquellos ‘conversadores de fila de supermercado’, que habla en detalle y a voz en cuello de cosas como la operación de vesícula que le practicaron a la bisabuelita, y que la dejó sin poderse parar de la cama y haciendo popo en las sábanas.
  • La otra mamera magistral es por culpa de aquellos clientes, en mi experiencia casi siempre del sexo femenino y no es que sea misógino, que escogen los pasillos más estrechos del supermercado para atravesar el carrito de manera tal que no dejan pasar a nadie. Por supuesto, yo siempre trato de decir ‘permiso’ o ‘excúseme’, pero no falta el idiota que además de hacer estorbo, hace mala cara.
  • Peculiar me parecen, aquellas señoras y señores que toman la visita al supermercado como paseo familiar. Sí, estoy hablando de aquella infeliz pareja que se lleva al supermercado a sus cuatro mocosos -entre ellos uno de brazos-, a la abuelita, dos tías y un primo a hacer el mercado del mes. Pues mis queridos señores, sepan que para sus hijos no es ningún paseo ir al supermercado a ver los bultos de azúcar y de harina, excepto claro si fuera posible jugar con ellos. Lo grave en que en sitios como Carrefour ya tienen guarderías, pero como lo importante es conservar la unidad familiar se hace necesario que la nena de 2 años presencie como sus padres estiran el presupuesto casero.
  • Y qué me dicen de las promotoras y degustadoras… yo sé que no hay nada de malo con ellas, pero la hartera se presenta cuando algunas se vuelven insistentes, y si uno no echa en el carro el paquete de galletas o la máquina de afeitar terminan haciéndole mala cara. Por eso yo opté por no volver a recibir degustaciones y si me ofrecen algo lo meto en el carrito, igual nadie dice que no puedo devolver después ese producto indeseado a las góndolas.

En fin, la próxima volveré hacer compras de supermercado entre semana.