Perdido en América

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viernes, febrero 03, 2006

En el supermercado

El fin de semana pasado, como de costumbre una vez por mes, fui al supermercado a hacer las compras varias de víveres y artículos de aseo.

Por lo general procuro hacer este tipo de cosas por la noche y entre semana, así que esta vez fue la excepción que me confirmó que debo evitar las compras el domingo en quincena, pues me toca ver y/o aguantar algunas cosas aburridoras, que me permito contarle al lector desprevenido:

  • Las filas largas, que me imagino es lo que más aburre a todo el mundo. Creo que la mamera no es solo tener que esperar eternamente de pie que lo atiendan mientras se empuja un carrito, que de hecho ya es bastante, sino además el riesgo social de encontrarse uno de aquellos ‘conversadores de fila de supermercado’, que habla en detalle y a voz en cuello de cosas como la operación de vesícula que le practicaron a la bisabuelita, y que la dejó sin poderse parar de la cama y haciendo popo en las sábanas.
  • La otra mamera magistral es por culpa de aquellos clientes, en mi experiencia casi siempre del sexo femenino y no es que sea misógino, que escogen los pasillos más estrechos del supermercado para atravesar el carrito de manera tal que no dejan pasar a nadie. Por supuesto, yo siempre trato de decir ‘permiso’ o ‘excúseme’, pero no falta el idiota que además de hacer estorbo, hace mala cara.
  • Peculiar me parecen, aquellas señoras y señores que toman la visita al supermercado como paseo familiar. Sí, estoy hablando de aquella infeliz pareja que se lleva al supermercado a sus cuatro mocosos -entre ellos uno de brazos-, a la abuelita, dos tías y un primo a hacer el mercado del mes. Pues mis queridos señores, sepan que para sus hijos no es ningún paseo ir al supermercado a ver los bultos de azúcar y de harina, excepto claro si fuera posible jugar con ellos. Lo grave en que en sitios como Carrefour ya tienen guarderías, pero como lo importante es conservar la unidad familiar se hace necesario que la nena de 2 años presencie como sus padres estiran el presupuesto casero.
  • Y qué me dicen de las promotoras y degustadoras… yo sé que no hay nada de malo con ellas, pero la hartera se presenta cuando algunas se vuelven insistentes, y si uno no echa en el carro el paquete de galletas o la máquina de afeitar terminan haciéndole mala cara. Por eso yo opté por no volver a recibir degustaciones y si me ofrecen algo lo meto en el carrito, igual nadie dice que no puedo devolver después ese producto indeseado a las góndolas.

En fin, la próxima volveré hacer compras de supermercado entre semana.

2 Comentarios:

  • Muy buen trabajo etnografico.

    Mi hermana fue cajera en el exito y a las experiencias del supermercado le agregaria... la forma casi magica en que la gente entra un minuto antes de que cierren y hacen mercado grande dejando a varias muchachas al final de su rutina de 8 horas trabajando de mas y esperando hasta que encuentren lo que no venden alli.

    By Anonymous Anónimo, at 10:56 p. m.  

  • Gracias TonioV!!!

    By Blogger Libros y Literatura, at 10:53 a. m.  

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